BREVES RASGOS HISTÓRICOS DEL TEMPLO SANTA CRUZ DE JERUSALEN- JULI


 



 

A lo largo de la Historia de la Iglesia, uno de los detalles más resaltantes dentro de la comunidad cristiana de los primeros siglos ha sido sin lugar a dudas, la edificación de los templos monumentales que son “piedras vivas” que alientan nuestra fe por medio de la iconografía sagrada y la arquitectura clásica; por citar algunos tenemos a: san Juan de Letrán; sede papal por muchos siglos, santa Sofía, santa Sabina y san Pedro; los cuales denotan sin escatimar “vestigios celestiales” aquí en la Tierra.

En América del Sur, se vislumbra uno de dichos vestigios, el cual se encuentra localizado en el Altiplano peruano a 3800 m.s.n.m en Juli llamada  por grandes ilustres del patrimonio peruano como “La Roma de América” debido a sus magníficos templos comparados con los de “La ciudad eterna”, sin más, me refiero al antiquísimo y emblemático templo “Santa Cruz de Jerusalén” con una antigüedad superior a los 400 años de historia, la que sigue perenne en el pueblo juleño.

Ahora bien, los anales históricos en lo referente al templo estudiado datan una fecha aproximada de la construcción, alrededor de los años 1581- 1582, en donde la misión de los hijos de san Ignacio se encontraba ya presente desde 1576 en la antigua provincia de Chucuito, tierra de Los Lupaccas; llevando la batuta el Venerable P. Alonso de Barzana quien celebró la primera misa en aymara y se encuentra en proceso de beatificación, a su vez, personajes de la Compañía de Jesús tales como: Ludovico Bertonio, José Acosta y Bernardo Bitti quienes hicieron y por qué no decirlo siguen haciendo de la historia juleña una estrella refulgente en el Altiplano.

En consonancia, el historiador P. Rubén Vargas Ugarte nos dice “ Este el único templo iniciado desde sus cimientos hasta su culminación con toda perfección por los Jesuitas, dirigido por el arquitecto Hernando de Herrera y apoyado por la participación de varios artesanos juleños de calificada mano de obra, constructores de grandes obras de la región”. La belleza del templo brillaba tal cual lo merecía “el Sanctus Legnum Crucis” que arrancó expresiones de alusión y admiración como “Hasta los ángeles se turnaban para cuidarlo”, con veracidad se corroboran las múltiples alegorías dirigidas a “La capilla Sixtina de los Andes” si su colosal construcción esta expresada en un escrito bíblico presente en uno de los cuadros que sublima su majestuosidad al interior “A solis ortusque adoccasum laudabile nomen Domini- De la salida del sol hasta su ocaso alabado es el nombre del Señor”. Es así que, al unísono el pueblo juleño da gracia a Dios porque lo dadivoso del Templo santa Cruz, nos lleva a contemplar lo que san Agustín llama “la Ciudad de Dios”

Se ha de saber, de la misma manera que al ser un templo monumental se dieron varios inventarios o “memorias”, el primero de ellos fue tomado el 9 de diciembre de 1621 por el P. Gonzalo de Lira quien da “fe de su fastuosidad” en ornamentos, paños, lienzos y palias bordados con filos de oro y plata, así como obras de terciopelo; objetos litúrgicos y por ende, sagrados que solemnizaban la celebración del sacrificio de la misa y demás sacramentos.

No obstante, poco tiempo duró su resplandor, puesto que, al ser una zona donde imperan los rayos y truenos, los frecuentes incendios laceraban notablemente las estructuras del templo, sumando a ello la indiferencia y pasividad de las autoridades competentes, exhibiendo sin medida la agonía del pueblo juleño. El P. Vargas Ugarte nos dice con detalle “Este templo se derrumbó el 15 de agosto de 1741 y no fue sino hasta doce años después que el P. José de Olivera, párroco, lo reedificó presentando su reinauguración el 25 de enero de 1753” con ciertas variaciones como su cubierta y muros, añadiendo la restauración de la planta en cruz latina e introduciendo nuevas expresiones decorativas.

En consecuencia, con las continuas amenazas de destrucción se realiza otro inventario el año 1767 cometiendo la pesada negligencia de cerrarlo por largos años, descuidando así, el culto divino para lo que “en sí y por sí” fue construido el templo santa Cruz de Jerusalén, posteriormente fue sometido a un tercer inventario en noviembre del 1910, el año siguiente, Mons. Valentín Ampuero dispone se traslade toda la platería, lienzos, alfombras y utensilios al templo san Pedro, mártir.

Actualmente, “La capilla Sixtina de los Andes” se encuentra sometida a continuas restauraciones las que generan un sin número de investigaciones en cuanto a los componentes, estilos y diseños que denotan una variedad de tendencias estilísticas como los pilares fajados del crucero que emanan la época renacentista; todavía se aprecian la talla de filigrana en la piedra y las columnas salomónicas perfectamente adornadas con estilo churrigueresco. Hoy el templo santa Cruz de Jerusalén al que “los coros angélicos custodiaban” grita en silencio “tras su triste silueta deshecha donde las lágrimas del pueblo se mezclan con las intensas lluvias” pidiendo recuperar su esplendor, el que Mons. Ciro Quispe, Obispo de la Prelatura de Juli, con esmero y dedicación vela por su completa restauración y expresa en sabias palabras las características esenciales de lo que fue, es y será, uno de los patrimonios históricos y religiosos de la nación aymara “donde el pan de oro recubre estructuras de madera, en el templo santa Cruz de Jerusalén lo que está cubierto de pan de oro es la piedra”.

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